Ayer,
mientras conversaba con una vieja amiga, sentía reflejada en ella algunas
sensaciones que jamás pudiera desvanecer de mi interior.
Al
escucharla sentía que se fundía su experiencia a la mía y comprendí porque me decía que es difícil ser
amiga de con quien compartió por años una relación que creyó seria eterna.
Al
conversar con la mujer de quien fue su pareja por años, sintió que ella debía
haber sido su pareja de siempre, se sentía tan poca cosa, la miraba y la veía
el tipo de mujer que en el ideario de los sueños de su ex era la mujer ideal. El
modelo algebraico dónde las comparaciones imprimen una gran diferencia.
Una mujer
con una formación universitaria, independiente, con el tiempo justo para cuidar
su aspecto exterior, vestir elegante, maquilada, perfumada, manos finas y
delicadas.
Yo trataba
de resaltar que los tiempos mudan, que los sueños maduran y se alcanzan de
manera diferente. Yo luche duro para alcanzar sueños comunes. Eternas
madrugadas, manos gruesas con cayos de trabajo, piernas cansadas de largas
jornadas de trabajo. Siempre detrás de una cocina, y detrás de un balcón
atendiendo clientes. Creí haber sido la mujer perfecta, pero deje de vivir para
permitir que otros vivieran, es como las estrellas de una película, dónde el
brillo las resalta y son las que recordamos por siempre, pero dónde jamás
conocemos quienes están detrás del telón quienes hacen posible ese universo de
estrellas en historias irreales.
Cuando oigo
hablar de la crisis de los cuarenta, que el hombre mira su vida y que aquellas
cosas que no pudo lograr en su tiempo de libertad las desea realizar ahora, que
desea terminar con una longa relación para poder vivir lo que no vivió a causa
del matrimonio, de los hijos, que dejo de crecer porque apenas ayudo a crecer a
otros. No se si creer o dudar de esa crisis, de ese diagnostico psicológico que
da respuestas a las preguntas que los afectos no logran encontrar.
Creo mas
bien que apenas dejamos el dialogo para no entrar en el universo de la mea
culpa. Y sin darnos cuenta esperamos mantener las ramas de un árbol que de
desplomo en una tormenta y que dejo a la intemperie del tiempo sus raíces, pues
la tierra donde creció jamás fue lo suficientemente fuerte para sostenerlas.
Y cuando ya
asumimos que nada podemos hacer para mantener a nuestro lado a quien deseamos
mantener por años nos damos cuenta que en breve tiempo ese hombre que deseaba
emanciparse, comerse el mundo, reanudo una relación y que nada cambio en el más
que la pareja. Pues sigue siendo la misma persona, haciendo las mismas cosas
que ayudaron a mantener la monotonía de su anterior relación.
Hoy al
escuchar mi amiga, siento que debo poner muchas piedras en el camino sobre esas
historias que pretendo mantener vivas, para olvidarme donde están y dejar de creer
que los afectos puedan mutar en el tiempo.
Hay
instantes donde es justo reconocer que hemos perdido y ganado a la vez, que hay
dos direcciones a recorrer y que mantenernos dando vueltas en una placeta no
nos lleva a lugar alguno, y ese tiempo en el que detenemos nuestro andar nos
lleva a tener una y otra vez la certeza de que jamás dos caminos paralelos se
puedan cruzar.