domingo, 22 de abril de 2012

Un mundo en equilibrio



No siempre el compás de un reloj es el preciso espacio del tiempo real
Nos olvidamos de mirar desde lo cima de la montaña la humanidad
Y solo desde lo alto logramos comprender que el ser humano
no es más que un elemento de la naturaleza.
La inmensidad del verdor de los campos,
la magnificencia de las altas montañas
Apenas rasgadas en el curso del agua que alimenta la vida
El hombre suele mirar su entorno del el suelo que pisa y contempla apenas
El mundo de concreto que ha construido a su alrededor,
escucha apenas los sonidos que ha inventado,
respira el aire que contamina día a día, y se aísla en el mundo tecnológico
Camina por las calles ensordecido por el volumen de su Ipod,
no conoce el murmullo del viento, el olor del viento, la sensación del frío.
Retirarme a lo alto de una montaña, me ha permitido
tener la capacidad de sentir la libertad del tiempo
Y avistar la inmensidad de un planeta que día a día nos regala la esencia del vivir.

Ellas mantienen pensamientos y sentimientos silenciados en cada letra y frase que quedaron plasmadas en esas cartas que jamás encontraron el instante preciso de ser enviadas,
a quien las quisimos hacer llegar, distancias que se acercaban y que quedaron inscritas en el añil de un papel sutilmente perfumado.
Cartas dulcemente esperadas,
Otras veces fueron la forma de concluir un cuento que se creyo perpetuo en el tiempo.
Muchas son las cartas que se guardan como tesoros secretos de un tiempo, un sentir, una suplica, un amor y desamor al mismo tiempo.
Quien no ha comenzado con una misma frase…..
Querido Amor.
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